Dime, le dijo la mujer al acercarse. El enfermo le pregunto en un susurro por su reproductor. Ella se quedó paralizada, era lo último en lo que alguien había pensado desde el accidente. No sé donde este, le dijo la chica. Entonces él le habló de lo que estaba en el disco duro del aparato. Le recordó una vieja promesa. Su esposa no pudo contener el llanto. Él la miró, empezó a respirar agitadamente y los aparatos a su lado comenzaron a emitir ruidos de alarma. Th llamó a las enfermeras, estas lo atendieron y él volvió a cerrar los ojos. Ya esta estable, le dijo una de ellas, pero la mujer sólo pensaba en lo que él acababa de decirle.
Th les explica a los demás lo que pasó. En la habitación están los padres de Jc, además de uno de sus dos hermanos. Los padres de ella también se encuentran allí, pero a diferencia de él, la chica es hija única. Todos intentan calmarla. Debemos ir por sus cosas, les comenta con un dejo de angustia. Yo ya fui revisar el auto al corralón, dice su cuñado. Fuera de un par de chamarras, algunos papeles y sus lentes, no encontré nada más. ¿Buscaste bien? le pregunta la esposa, el solía ajustar el reproductor en un ganchito que le pego al tablero. Tal vez salio disparado por el parabrisas, dice él. Ya no te preocupes, le dice su suegra, hay cosas más importantes. Ella se queda callada viendo el rostro amoratado de su esposo. Necesitas descansar, le dice su padre y la toma del brazo. Vamos a la casa para que duermas un rato. Th se despide de todos y se deja llevar.
Ve el reloj en el radio del auto, el día de hoy va con buen tiempo, tres semáforos en verde seguidos. Escucha música electrónica, una compilación que él mismo ha venido juntando en su reproductor de mp3 portable. Desacelera apenas un poco en una curva pronunciada, sus ojos van del camino a la pantalla de plasma con el nombre del siguiente archivo de música.
Un auto a su lado se cierra demasiado, intenta rebasarlo. Jc acelera retado por el vehiculo, Ni madres wey, dice mirando al otro conductor. Apenas alcanza a ver de reojo el automóvil que después de la curva tiene prendidas sus intermitentes. Frena. Instintivamente desvía el volante hacia la derecha y pega contra el coche del siguiente carril. El golpe lo hace rebotar hacia la izquierda, llevándolo a salir disparado fuera del camino. Cae varios metros de altura.
Se da un baño para despertarse. Se siente fatigada, pero al mismo tiempo inquieta. La promesa sigue en su cabeza, intentando ubicar el lugar y la situación en que la hizo. Se viste. Al llegar a la cocina su madre le pide que se siente, que le servirá de comer. No gracias, dice Th, debo ir al departamento. Te acompaño, le dice la mujer quitándose el delantal. Este, mejor quédate esperando a papá, ¿Me prestas las llaves de tu auto? Estás segura que estas bien, le pregunta la señora al tiempo que le indica con la mano el llavero. Si, no te preocupes, necesito estar a solas algunos minutos.
El sujeto la acompaña. La visión del auto torcido casi en una escuadra le estremece. El hombre le ayuda, mediante una vara de metal, a abrir la puerta. Ella mira la sangre coagulada de Jc, el sabor acido regresa a su garganta. Busca debajo de los asientos, debajo de la alfombra, en la cajuela. Poco antes de darse por vencida mira el gancho del reproductor en el tablero. Sabe que tiene un mecanismo por el cual a menos que se presione un botón el aparato no se suelta. La pieza no esta rota. Le nace una sospecha. Agradece al hombre de la entrada. No, no esta lo que buscaba, muchas gracias. Para servirle, dice el sujeto. En silencio recorren el camino a la entrada.
Unos niños se le acercan. Los mira y le parece que viven en la colonia a unos metros más allá. Un conjunto de casas hechas de lámina y cartón en medio de un extenso terreno polvozo. Ninguno de los infantes dice nada. Chicos, les dice acercándose, Estoy buscando algo, mi esposo chocó aquí hace unos días y no podemos encontrar un aparatito que tenia, es muy importante para él. Los niños empiezan a hacerle preguntas, ella les pide por favor que la ayuden. Empiezan entre todos a mirar en el terreno, algunos regresan a sus casas a ver si alguien encontró lo que perdió la señora.
Empieza a oscurecer. Unos jóvenes se acercan. Ella percibe como se le quedan mirando y la recorren con los ojos. Ese, carnal, dice uno de los chiquillos, esta es la ñora del wey que se mato aquí el lunes. Uno de los jóvenes se acerca. Intercambian un dialogo que Th no logra escuchar. Los ve desaparecer por una calle cercana. Tampoco ellos vieron lo que se le perdió, le dice el niño. Gracias, dice ella y le sonríe. Debo irme. Regresa sola. Para cuando llega a su auto esta oscuro y la avenida se ha convertido en un río de luces a gran velocidad. Se siente exhausta.
Llegan al cuarto de Jc. Ignorando a los demás la chica se acerca y lo besa con cuidado en los labios. Su suegra la mira con expresión extraña. Ya era hora, dice en tono que intenta ser amable. Lo siento, le dice, me quede dormida. La otra mujer solo guarda silencio como respuesta. Después del intercambio de noticias sobre la condición del enfermo las tres mujeres se quedan calladas durante varias horas. En el transcurso de la noche la esposa del accidentado dormita varias veces. Despierta con una sensación de caída y un muy mal sabor en las encías. A media noche entra al baño. Vomita la cena que a escondidas metió su madre al cuarto. Al salir mira a las otras dos mujeres durmiendo.
Amanece. La suegra de Th sale a desayunar algo ligero y regresa tras varios minutos. Debería irse a descansar, le dice la madre de Th. Estoy bien, dice ella, parece estar más amable. Si, váyase a dormir un rato, le dice la chica. No te preocupes. Bueno, dice entonces la esposa del enfermo mientras se levanta. Necesito ir a hacer algo, ahora si tengo prendido el celular. Recoge su bolso. Me llevo tu auto mamá, cualquier cosa me hablan. La madre de Th la mira con expresión de sorpresa, la madre de Jc con ojos de enojo. En sus labios se lee una mentada.
Th maneja a baja velocidad. Nunca he andado por aquí, piensa mientras ve los números de las calles. Encuentra la dirección después de algunos minutos. Por fuera parece una casa cualquiera. Toca al timbre. Un hombre viejo se asoma por una ventana junto a la puerta. ¿Si? Vengo por algunos de sus artículos de importación, dice la esposa de acuerdo a las instrucciones del guardia del corralón. Mmm, responde el hombre y desaparece en la penumbra de la habitación tras el cristal. Th oye correr seguros de metal. Le franquea el paso un sujeto chaparro y fornido. ¿Puedo pasar? le dice al hombre y este se hace mecánicamente a un lado, como una tercera puerta.
Entra, acompañada por el anciano, a una habitación al fondo de un estrecho pasillo. Parece un despacho de abogado, piensa Th al ver el escritorio al centro, los calendarios con imágenes de indígenas fornidos y heroicos en la pared del fondo, un par de diplomas ilegibles y una gran cantidad de conejos de cerámica sobre un librero. Un hombre gordo y barbón se levanta y la saluda de mano. Viste de traje. ¿En que puedo ayudarla? le dice el sujeto al tiempo que le acerca una silla.
Th le explica que busca un reproductor, pero no cualquiera, uno que perdió su esposo en el corralón. A la mención del lugar el sujeto se revuelve ligeramente en su silla. ¿Y como sabe cual es el que busca? le dice el hombre ya sin el tono conciliador del inicio. Le escribí una frase cursi en la parte de atrás con marcador indeleble, queda oculta por el forro de piel que le compró mi marido. La mujer piensa que el sujeto volverá a negarlo todo, se sorprende cuando le indica que todos los aparatos del tipo que ella menciona los vende de inmediato a comerciantes del mercado doce de diciembre. ¿Cuánto me costará que me indique quién se lo compro? El sujeto dibuja una larga sonrisa. No tengo forma de saber quién fue, pero es muy amable de su parte en ofrecernos una propina por la información. Al tiempo que el gordo se para el anciano y el chaparro entran al despacho y bloquean la puerta.
Mira el reloj y piensa que debe regresar al hospital. Busca su celular en la bolsa y descubre un par de llamadas perdidas. Marca primero a su padre, después de asegurarle que esta bien marca al hospital. La situación de su esposo sigue igual, ha despertado ya un par de veces. Al llegar a su auto descubre que esta abierto. Tiene una las ventanas rota y los cables del estéreo arrancado lucen caídos en la cabina junto al asiento. Tampoco tiene espejos. Recorre el automóvil, empieza a gritar, mira a algunos niños mirándola y se va tras ellos. Los chicos emprenden la huida riendo, ella los persigue un par de metros mentándoles la madre. Mira a un sujeto que lava autos, le tira un bolsazo. El hombre reacciona alejándose y llamándola pinche loca. Un policía en bicicleta la sujeta mientras arremete contra un par de sujetos que la miran con cervezas en la mano.
El policía intenta tranquilizarla. Le dice que levante una denuncia. La mujer le dice que no mame, el sujeto sigue tranquilizándola. Mas calmada, le dice que en realidad no le importa el auto, le explica lo que busca mientras su respiración lucha por recobrar su ritmo normal. El hombre le dice que la va a ayudar. Le pide que la acompañe con alguien que sabe encontrar cosas en ese mercado. La mujer le pregunta por el auto, Déjelo así, ya no le robaran mas cosas, le indica el policía mientras intenta tomarle el brazo. Th hace un movimiento brusco dejando claro que puede andar sola. Un dolor de cabeza sube de intensidad mientras caminan en silencio.
Un chico delgado le abre. Ojeras demasiado pronunciadas le rodean los ojos. Pase, le dice y la conduce a la sala. A ella le parece muy demacrado para su edad, como si nunca durmiera. Se toca el rostro y se pregunta si no se vera así. Permítame, le dice el muchacho y lo ve entrar a un cuarto. Th se mueve lo suficiente como para ver la habitación. Una televisión de casi metro y medio cubre lo que alcanza a mirar, distintos aparatos de videojuegos yacen a los pies de la pantalla en un enredijo de cables. Él sale con una libreta. ¿Qué es lo que busca? La mujer le indica el aparato y la seña particular, le cuenta como se perdió y estaba a punto de platicarle la ruta que ha seguido en el día pero el joven se levanta. Con eso tengo, le dice, regrese mañana por la mañana y le tendré el aparato. ¿Cuánto me costará? le pregunta la esposa. Al tiempo que saca una calculadora del bolsillo del pantalón el joven le da un precio.
Despierta poco después de medianoche. Vomita en el baño intentando estar callada. Se lava la cara y piensa en la fecha. Cae en cuenta que hace un mes que no tiene su periodo. Regresa junto a su esposo. Lágrimas inundan sus ojos.
Al amanecer despierta a los demás del cuarto. Vayan a desayunar, les dice mientras los ve estirarse. Yo me quedo otro rato. La madre del enfermo hace entonces un comentario sarcástico. Th le dice que no le importa lo que ha estado haciendo. Se intercambian frases que se contienen de ser gritos solo por tener a Jc a la vista. Su cuñado intenta calmarlas. Th se queda sola.
Se intercambian frases de amor. Jc se levanta, Estoy inspirado, dice al tiempo que se pone un calzoncillo. Su esposa esta acostumbrada ya a verlo levantarse a media noche, a de la nada sentarse frente a su computadora a escribir poemas. Aunque estudiante de una carrera administrativa, Jc siempre arguyó que su vocación tardía era ser poeta. Ella lo apoyaba con más amor que confianza. Había estado junto a él en las numerosas ocasiones donde asistían a lecturas publicas con el objetivo de acercarse a lo que él llama circulo literario, lo había visto llegar emocionado con una revista independiente donde publicó un poema, lo había visto quejarse de las autoridades al no recibir un premio o beca en tal o cual concurso.
Jc prende el monitor. Camina unos pasos y busca en sus pantalones. Mi reproductor, le dice a Th, no lo encuentro. Seguro lo dejaste en la oficina, le dice ella, no te preocupes. Es que allí tengo mis archivos. Su esposa se queda mirándolo mientras se viste. ¿No pensaras ir a la oficina verdad?, Es que, responde él dubitativo y se queda inmóvil. Mira la expresión de enfado de su mujer. Como quieras, le dice ella intentando contener el enojo. Él se aleja unos pasos y regresa a la cama. No te enfades, le dice acariciando su rostro.
Th se arrepiente por un momento de haberle regalado ese aparato. Meses antes de la boda su entonces prometido llego a visitarla bastante enojado. ¿Mal día en el trabajo? le preguntó a sabiendas que había días en que Jc simplemente detestaba lo que hacia. Si bien había estudiado comercio, el trabajo que tenía era más bien repetitivo. Revisar pagos y cuentas en un sistema de una transnacional, tan grande y burocrática que solo notaban su ausencia por las diferencias contables. Ya no nos dejaran tener archivos personales ni música en nuestras computadoras, ¡Es el colmo! Ella lo tranquilizó en esa ocasión. A los pocos días, siguiendo la recomendación de un amigo, le hizo el regalo. Jc se emocionó tanto que se desveló a lo largo de una semana debido al tiempo que invertía en aprender a usar el reproductor de música portable.
¿No puedes escribir en papel como antes? le pregunta la chica, ¿o por lo menos en el disco duro local y después actualizas el archivo? Jc se queda en silencio. Perdóname, le dice al tiempo que vuelve a desnudarse. Es que allí están todos mis poemas, le dice mientras se recuesta. Estarán bien, le dice ella abrazándolo. Solo hazme una promesa, le dice él, si un día muero, busca que me publiquen aunque sea un libro. Ella dice que si al tiempo que lo besa. Hacen el amor nuevamente, sin anticonceptivos, hasta quedar dormidos y envueltos en su propio sudor.
Le vuelve a abrir la puerta el joven de aspecto somnoliento. En la sala del departamento le entrega un reproductor. Ella lo revisa, no es él de su esposo, el mensaje no está en el reverso del aparato. No es este, dice. Lo siento, le dice el chico, pero este te lo daré a un tercio de lo que vale uno nuevo. Th sale de allí poco después. En el primer piso vuelve a vomitar. Camina cerca de una hora en el mercado buscando una funda de piel idéntica a la que tenía su esposo. Encuentra una que inclusive parece estar igual de usada.
De regreso al hospital Th compra una prueba de embarazo. Sube al cuarto y encuentra ahora a sus dos suegros. Su esposo esta despierto de nuevo, ella sonríe, corre hacia él ignorando a los demás. Jc habla con dificultad. Pocos minutos después su suegro la toma del brazo, vamos por algo para que comas, le dice al tiempo que la jala. Ella contesta que no tiene hambre, pero ante una mirada de complicidad decide seguirlo. Jc esta muy grave, le dice el hombre mientras le toma la mano a su nuera. El doctor no cree que se salve. Pero si ya despertó, dice ella con lágrimas en los ojos. Eso no garantiza nada, dice él repitiendo el tono y las palabras del médico. Th regresa al cuarto en silencio, intenta sonreír mientras se acerca a su esposo. Ahora regreso, dice dirigiéndose al baño.
Th observa la prueba. Se lava el rostro. Sale al cuarto y les pide que la dejen hablar a solas con Jc. Todos acceden, aunque su suegra lo hace obligada por su esposo. Ella se sienta junto a él, saca de la bolsa el reproductor. Él sonríe ligeramente. ¿Cumplirás tu promesa? le dice él mirándola a los ojos. No te pasará nada, no seas fatalista, le contesta. Piensa en decirle que tendrán un hijo. Tengo que decirte algo más, le indica ella tomándole la mano. ¿Qué cosa? dice él. Ella mira su rostro, toma una decisión. Solo que te amo, le contesta al tiempo que lo abraza. Esa tarde Jc recae. Toda la familia pasa la noche en vela mientras su estado se complica. Muere al amanecer.
A Ernesto C. y las estratagemas.
Nicolás llamó al mesero y pidió una coorslight, aproveché y yo también dije que otra. Para esas horas había perdido la cuenta de las cervezas, pero me sentía bien, podía seguirle la plática al Nicolás y decir: “Soy ingeniero en sistemas computacionales”. Era chistoso, pero siempre que me ponía pedo, tenía dificultades para decirlo sin equivocarme. Cabrón, la pinche Zuly me mandó madrear…, escuchaba la historia donde mi amigo tomaba el bastón del carro para defenderse y luego, todo un relato de cómo los otros batos huían, siempre eran cosas por el estilo. Wey, ya te lo dije, te van a venir chingando, se lo repetía aunque no me hiciera caso.
Eran casi las doce de la noche, yo sentía que podíamos seguir pisteando, era sábado y ninguno teníamos que ir al día siguiente a trabajar. Así que le dije al Nicolás que le cayéramos al Oxxo por más cheves y de allí a mi cantona. ¡Árre!, me dijo. Nos subimos a su Pick-up y nos fuimos acá, escuchando puro Depeche, neta que cómo nos cae. Llegamos al Oxxo y todo comenzó,
Al salir lo primero que vimos, fue un rayón a lo largo de todo el pick-up. ¡Pinche Zuly!, ¿ves lo que hizo cabrón?, yo sólo vi en Nicolás ese rostro que no me gustaba. ¡Vamos a su casa!, ¡esta pinche vieja me va a escuchar!, se subió todo encabronado al pick-up. Wey, ni sabes si va estar en su casa, trataba de que agarrara la onda. ¡Me vale madres!, ¿qué?¿le sacas?
Yo abrí una cerveza y me la fui tomando para calmarme, si algo no me caía del Nicolás era que siempre buscaba los madrazos, pero pues era compa, y la neta nunca me dejaba abajo, así que tampoco yo lo iba a hacer. Entonces acá, venía pensando en qué haríamos, o qué haría este wey en cuanto llegáramos a casa de
Entonces se calmó. De nuevo íbamos para mi casa cuando volvemos a ver a
Sólo escuchaba los rechinidos de llantas y sentía los brincos que daba el pick-up. Entonces sucedió, alcanzó el carro de Zuly y le cerró el paso de manera que no le quedó otra que detenerse. Nicolás bajó hecho una fiera, no tardó en estar frente al carro de la morra, abrir la puerta y obligarla a bajar. Yo también me bajé del Pick-up, no podía quedarme viendo cómo nos metíamos en problemas. Wey ¡bájale! le grité mientras me acercaba. ¡Ni madres! Zuly tenía una expresión de terror, ni siquiera intentaba defenderse. Mira morra, ya me tienes hasta el culo, o me dejas de chingar o me vale de quien seas hija. Zuly había comenzado llorar, Tú tienes la culpa, tú fuiste el que se pasó de lanza conmigo, Morra se acabó, neta, déjame en paz. Ya la había soltado, más que furioso se veía cansado. No duró mucho la conversación, la dejó que se fuera.
Nos subimos al pick-up y no dijo nada. Pásame una cheve. Nos quedamos un rato pisteando en la calle, escuchábamos: “Here is the house”, yo me sentí aliviado de que Nicolás no hubiera hecho más desmadre. No era la primera vez que eso nos pasaba, hacía tres años se había agarrado a madrazos con el hijo del gobernador, todo por una estupidez. En aquella ocasión unos tipos nos habían amenazado en la puerta de su casa. Nicolás por su parte les había dicho que si ellos le ponían una mano encima, se les iba a armar. Su papá gozaba de fuero, era cónsul de República Dominicana en México. Eso no muchos lo sabían, incluso era como un dato curioso, pero por alguna extraña razón gozaba de este título. Realmente nos valía madres. Hasta ese momento, ignorábamos que en nuestra ciudad hubiera cónsules de otros países, o de algo que no tuviera que ver con Estados Unidos. Lo único que importaba es que en su casa estábamos a salvo, hacernos algo era desatar un conflicto internacional.
De nuevo íbamos rumbo a mi casa, las cervezas todavía estaban frías, era pleno diciembre. Mi celular sonó, era una amiga en común, nos invitaba a una peda. No dudamos. Ya traíamos las cheves, no necesitábamos más. Wey, ¿te acuerdas dónde queda la bodega de
Oye, ¿y crees que esté
Wey en la siguiente, ya vi la pinche bodega. Nos estacionamos. La música se oía por toda la calle, ¡Chilo que le caímos!, ¡a huevo que debe estar
¿Qué pedo?, ¿Es que sabes qué?, me pareció ver estacionado el carro de
Unos cuantos pasos y ya estábamos a un lado de la entrada, no se escuchaba ruido excepto por la música que imaginamos provenía de un radio. Nicolás que siempre se arriesgaba se asomó, incluso empujó un poco más la puerta. El rechinido de la lámina me asustó, yo estaba seguro que nos iban a cachar. No pasó nada, Wey, no se ve gente, me volvió a decir en voz baja. Yo sólo quería que nos regresáramos al party. ¡Voy a entrar!, No wey no mames, Nomás deja que vea, quiero saber qué hacen aquí, No wey, ni al caso, vámonos. Nicolás se metió y yo me quedé afuera viendo hacia todos lados, luego me asomé al interior: la bodega era un espacio grande y estaba casi vacía, por lo que se veía todavía más grande. Nicolás caminaba entre dos pick-up nuevos estacionados allí, tenían placas de California. Me llamó la atención que al lado de los pick-up, había una de esas máquinas que usan en la construcción, retros, creo que así se llaman. Era una pequeña, del tamaño de un montacargas quizá. También se veía algo de herramienta regada, nada de sombreros o guayaberas como siempre habíamos imaginado.
Los segundos transcurrían y yo me moría de miedo, ya esperaba un montón de cabrones dándonos de putazos. Quizá llamarían a la policía, pero eso en el mejor de los casos. Wey…, escuché la voz del Nicolás llamándome desde el interior, No mames, cáele cabrón…, el eco se escuchaba por toda la bodega. No me quedaba otra que confiar en mi amigo, entré. Una vez que uno atravesaba la bodega, se llegaba a otra puerta metálica que daba a una improvisada oficina. Hasta allí me hizo entrar. Sobre un escritorio estaba la bolsa de
De nuevo me encontraba en la calle, sólo que ahora sentí que me cagaba del miedo, ¡Pinche Nicolás! , era una especie de encabronamiento, ganas de no sé, partirle la madre. Me regresé, las cheves estaban todavía sobre la banqueta. Las agarré, y me subí al Pick-up. Abrí una, estaba temblando. ¡Pinche Nicolás!, ya ni me acordaba de
Llevo semanas que no veo al Nicolás, hemos quedado en ir por unas cheves, pero siempre algo se nos atraviesa, ya sea él o yo, el pedo es que no se nos ha hecho. Justo ayer quería localizarlo y es curioso, porque hoy salió en las noticias que las autoridades encontraron sobre
Cuando llegué al trabajo la gente se traía ese cotorreo, pero no estaban sorprendidos, en cierta manera ya todo mundo esta acostumbrado. A mí me hubiera valido madres como siempre, pero no pude evitar que en esta ocasión me sintiera interesado, así que antes de que se hiciera más tarde compré el periódico, esto decía: “…Esta mañana fue localizado un nuevo narcotúnel en
Luego describían los detalles del túnel y hasta venían fotografías. Me quedé acá, todo emputado.
Aquella noche, cuando el Nicolás me mostró las fotos me frikié. Primero vi las del baño y toda la marihuana, luego un pequeño patio y en él una excavación. ¿Qué pedo con esto wey?, no hallaba lo extraordinario del asunto. Neta que estás bien pendejo, ¿no ves?, ¡es un túnel!, Nicolás parecía un niño con juguete nuevo, brincaba de gusto. En eso, que se nos aparece
Nico ¿qué chingados me andas siguiendo?, ¿Qué pedo morra?, ¡ni te había visto!, No te hagas pendejo, te vi saliendo de la bodega, ¿Y qué?, ¿te da miedo que diga lo que vi?, ¿Sabes qué? vales madre, a mí no me asustas, ¡Mira morra!, muy fácil, deja tú de chingarme y yo no digo nada,
Ella tenía razón, no sabíamos qué pedo. Entonces no nos quedaron ganas de regresarnos al party, le caímos directo a la casa del Nicolás, no a la mía como era el plan original. Llegamos. En cuando cruzamos el cerco, me sentí aliviado; nos fuimos directo a la parte de atrás. Siempre las grandes ideas, venganzas, todos nuestros planes los hacíamos sentados en una de las mesas del jardín, acá, tomando cheve junto a la alberca.
¿Entonces qué hacemos wey?, No pues nada, oye cabrón ¿cómo no sabías que
Seguimos pisteando toda la noche, yo apenas recuerdo cómo agarré mi carro que estaba estacionado afuera. Al día siguiente desperté en mi cuarto bien ondeado. Sonó el teléfono, no contesté, luego mi hermana entró y me aventó el inalámbrico, ¡Contesta! Era el Nicolás, Wey…, ¿qué pedo?, Le voy a caer a tu casa para ver qué hacemos, Simón cáele. Colgué el teléfono, la neta no sabía qué iba a pasar, pero sentía que esta vez el Nicolás se había pasado de lanza.
Estuve esperándolo como dos horas, el wey no llegaba. No me extrañó, quizá se había vuelto a jetear, así que yo también después de comer me tiré de nuevo en la cama. Eso había sido como a las dos de la tarde, para cuando desperté ya eran las cinco. Bajé a la sala, le pregunté acá a la que limpia, si alguien me había buscado, Nadie, me dijo. Entonces me empecé a preocupar. Le marqué al celular, me decía que estaba fuera del área de servicio. Llamé a su casa, contestó su hermana, como siempre no sabía nada, sólo dijo que había salido. Para ese momento ya estaba preocupado, pero quise mantener la calma. Me puse a ver la tele.
Para las diez de la noche, ya no hallaba qué hacer. Pensaba en contarle a su papá. Presentía que algo malo le había pasado y sino decía nada, podían seguir pasando las horas sin que apareciera y a nadie se le iba a hacer raro. No me aguanté. A las doce de la noche llamé a su casa, yo tenía pánico salir a la calle, así que tuve que contarle todo por teléfono a su papá. Se hizo un desmadre, a pesar de que ya no era cónsul, tenía mil conexiones en gobierno, luego luego se hizo una movilización para localizar al Nicolás.
Yo por mi parte, no quería que le pasara algo a mi familia, me sentía culpable, cagado del miedo. Primero se lo dije a mi mamá y ella luego a mi papá. Se armó en grande, quizá como pocas veces, estábamos todos en la sala escuchando sus gritos. Él también por su parte le llamó a sus conocidos en
Las horas pasaron, ninguno podía salir, neta que me estaba sintiendo de la chingada. Así pasamos toda la noche hasta la mañana. Como a las once llamaron, era el papá de Nicolás. Lo habían encontrado. La gente del narco lo había interceptado cuando iba a mi casa, lo treparon en un pick-up y luego lo habían llevado rumbo al aeropuerto. Después de escuchar todo lo que su papá me decía con calma, le hice la pregunta: ¿está vivo? Sí, ahorita está en hospital y sigue inconciente, pero está vivo. Luego me dijo algunas indicaciones y quedamos en mantener la comunicación, por el momento teníamos que seguir resguardados en la casa mientras todo se ponía en paz.
No pude ver al Nicolás hasta que habían pasado cuatro días, para eso ya estaba en su casa. Me acuerdo que llegué y a penas pude soportar la mirada de su papá, era la misma del mío en casa. Subí las escaleras, llegué a su cuarto. Entré. El pobre estaba todo madreado, tenía el rostro morado, los brazos llenos de raspones, las dos piernas enyesadas, bien jodido. ¿Qué onda pinche Nicolás?, ¿Qué pedo cabrón?, Ves, te lo dije que te iban a venir chingando, Simón…ya sé y todo por
Pasaron varios meses y ya no hubo más broncas. Nos dijeron que sólo nos habían querido dar un aviso. De cualquier manera nuestras familias mantuvieron la vigilancia durante algún tiempo. De
Hoy con lo del periódico me he quedado pues acá, pensando un chingo de cosas. Al rato quizá vea al Nicolás, apuesto que el cabrón ha de estar todo emputado, las fotos que se publican son las que él tomó con su celular. Ni hablar, quizá ni nos hubieran creído que nosotros descubrimos ese pedo.
Desde ese día se nos bajó el desmadre, todo levesón, puro pistear y nada de madrazos, a veces le hago carrilla, le digo: ¿Ya ves?, te decía que te iban a chingar pero no me hacías caso, él sólo se la cura. Hasta ahora nadie nos ha vuelto a molestar. Yo estoy tranquilo. Si acaso, lo único que me preocupa es que a pesar de todo, el Nicolás está esperando el momento en que regrese
Luis Martin Ulloa
Diana Sofía Sanchez
Nylsa Martínez
Patricia Bazaldua
Cástulo Aceves
Yvonne Bagnis
Juan Antonio V.B.
Yolanda Gámez
Francisco Jalomo
Fecha/Envio Cuento |
Autor Cuento |
Fecha/Limite Tallerear |
14-Sep-06 |
Yolanda |
25-Sep-06 |
05-Oct-06 |
Nylsa |
16-Oct-06 |
19-Oct-06 |
Cástulo |
30-Oct-06 |
02-Nov-06 |
Yvonne |
13-Nov-06 |
16-Nov-06 |
Jalomo |
27-Nov-06 |
30-Nov-06 |
FIL |
* Posponer 8 dias |
07-Dic-06 |
Diana |
11-Ene-07 |
11-Ene-07 |
Luis Martin |
22-Ene-07 |
25-Ene-07 |
Paty |
05-Feb-07 |
08-Feb-07 |
Juan Antonio |
19-Feb-07 |
22-Feb-07 |
Juan Salvador |
05-Mar-07 |
08-Mar-07 |
Yolanda |
19-Mar-07 |
21-Mar-07 |
Nylsa |
02-Abr-07 |
05-Abr-07 |
Cástulo |
16-Abr-07 |
19-Abr-07 |
Yvonne |
30-Abr-07 |
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31-May-07 |
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11-Jun-07 |
14-Jun-07 |
Paty |
25-Jun-07 |
28-Jun-07 |
Juan Antonio |
09-Jun-07 |
12-Jul-07 |
Juan Salvador |
23-Jul-07 |