Aroma a Cobalto
Francisco Jalomo Aguirre
PARTE I
El aroma entra por mis fosas nasales y despierta mis recuerdos de antaño, siento de nuevo tu espacio aquella vez primera cuando el olor de tu cuarto quedo impregnado en mi mente para no dejarme nunca más. Y como si me transportara al pasado, te veo de nuevo sentado frente a la vieja iglesia de Nuestra Señora del Carmen, como si esperaras coincidir con tu otra mitad.
Poco a poco se materializa el entorno de la iglesia que nos cobijo en nuestro primer encuentro. Veo frente de mí los niños corriendo en los jardines que juegan junto a la fuente frente. Las personas sentadas en el café apacible, como todas las veces en que nos veíamos en nuestro punto de encuentro, también están presentes. El replique de las campanas y la gente saliendo de misa, los amantes del tango también regresan a su sitio habitual junto con los ritmos y las melodías. El trino de las aves, las palomas agrupadas y hasta los mendigos, viven en mis recuerdos.
Todo se vuelve tú, todo se transforma en esa tu piel morena que me derretía el alma, esa piel que ahora que recuerdo me hechiza el corazón y me dibuja una sonrisa. Cuan bello era el contraste de tu piel mulata y mi piel blanca, tal como el contraste del cardo y la ceniza.
Recuerdo que el día en que te encontré en ese lugar tan especial para mí, me senté a tu lado y fue con la mirada que te dije cuanto espere ese momento y tus ojitos de angelito negro me respondieron con la misma idea, estaban de acuerdo.
Para cuando escuchamos nuestras voces, ya nuestro pacto estaba sellado alma con alma. Fue entonces que me invitaste a tomar un café y yo cautivo, acepte como si te conociera de toda la vida.
Caminamos, cual si voláramos como dos gorriones que se funden en una misma cosa con el viento, volviéndose un solo mundo, un solo universo, siendo el todo en un espacio de ensueño.
Muchas otras veces he recorrido el mismo camino que anduvimos auqella tarde, y como si mi alma quisiera regresar contigo, he llegado incluso a encontrarme frente a la puerta de tu casa. Pero siempre el valor se desvanece y me retiro.
Es curioso como mi mente no olvida cuando abriste la puerta y cruce el dintel de tu pequeña casa en la que en un espacio de 6 por 3 metros, se mezclaban tu estudio, tu sala y tu cama, ése aroma a cobalto envolvió y penetro todo mi cuerpo. Era dulce, cual si describiera nuestra historia de los próximos meses. Nada mas existía, sin ser ese olor.
Ahora que aspiro de nuevo ese aroma, recuerdo los momentos mejores de mi vida, pero sin querer también, reviven dentro de mi sabores tan amargos como el de aquella noche en que destrozaste mi corazón en pedazos. Esa noche en que llegamos a tu casa, tu mejor amigo y nosotros dos. Los tragos previos al momento no me importaron, cuando mientras recostados en tu cama yo palpaba tu cuerpo con mis manos ardientes de deseo, que saboreaban tu piel en todas direcciones, sintiendo como rozaba tu falo en cada movimiento que emprendía. Tus manos firmes y fuertes sobre toda la extensión de mis carnes, aun las siento recorrer mi cuerpo.
Éramos tu y yo, o uno solo. Pero luego sentí unas manos extrañas y un calor de un cuerpo que me era ajeno.
Fue a tì que no te importo que tu mejor amigo irrumpiera en nuestra intimidad, en nuestro pequeño mundo. Al contrario, parecía excitarte la idea como si fuera parte de algo ya planeado. No te incomodo que alguien distinto a ti me tocara y te tocara sin medida ni limite. Nada hiciste por impedir tan osada intromisión, tan vil canallada.
Me pareció ver en la oscuridad la silueta en la que tus labios besaban los de ese intruso, querían que entrara al juego pero yo estaba pasmado, confundido, paralizado y sin fuerzas.
Fue entonces que recordé cuan frecuente era que tu supuesto amigo se quedara contigo a dormir y cuan constante el tiempo que pasabas a su lado. Que tan común era encontrarlo a él cuando llegaba a tu aposento. Como nos miraba cuando nos entregábamos un beso, una caricia, una muestra de amor. Cuantas insinuaciones note de su parte para separarnos, para seducirnos, para deshacer nuestra fusión.
Mi alma libraba una batalla dentro, mientras una tempestad se avecinaba afuera. Los sueños futuros se desdibujaron y se tornaron caóticos, faltos de lo que proyectamos juntos, pero sobre todo faltos de ti.
Cuando me levante note como las lágrimas corrían por mis mejillas y se precipitaban al infinito, y junto con cada fragmento de mi alma vuelto gota, el dolor ocupaba el espacio que se quedaba hueco, invadiéndome una rabia que me transformaba por completo. Fue así que el amor dejo de ser amor y se convirtió en odio.
Trataste de excusarte, pero sabias bien que no había palabras para remediar lo sucedido. Mi decisión se escuchaba a través de mi boca cerrada, te dije con mis ojos cuanto te odiaba a partir de ese momento. Tome mi ropa, me cubrí el cuerpo despedazado por dentro y deje para siempre ese aroma a cobalto, ese espacio, deje los escombros de nuestro futuro juntos, de nuestros sueños, y me marche mientras escuchaba cada vez mas distante tu voz detrás de mi.
Ahora que recuerdo, pedacitos de antaño salen por mis ojos en forma de cristales. Ahora me doy cuenta, que el aroma a cobalto no me dejara jamás.
PARTE II
Tal vez el destino me esta dando señales, señales que no entiendo ni quiero aceptar. Porque este último mes, después de recordarte tanto cada vez que aspiro el aroma a cobalto, me pareció verte a lo lejos en la calle.
Quizás esta aroma me este volviendo loco, porque según he oído, te marchaste lejos, muy lejos de mi lado.